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Mostrando entradas de abril, 2015

una de sueños húmedos

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ya he comentado en alguna entrada anterior eso de que los economistas nos hemos puesto de moda. Pero unos más que otros. Me refiero a los macroeconomistas. Son ellos los auténticos economistas estrella. Parece que siempre tienen algo de qué hablar: si baja el euro porque baja el euro, si la balanza básica no progresa adecuadamente pues eso, que no lo hace. El chiringuito macro está montado de tal forma que siempre sucede algo. Pero es que además el tipo de dinámica involucrada en los fenómenos macro es especialmente atractiva para los periodistas: se pueden seguir en tiempo real o en cuestión de hora acontecimientos dramáticos, puede verse a gente tirarse de los pelos, haciendo cola ante la puerta de una sucursal bancaria o a Super Mario haciendo declaraciones. ¿Y la micro? ¿Quién se ocupa de ella? Es cierto que en algunos aspectos la división puede ser un tanto artificial en el sentido de que cuando la crisis estalló, por ejemplo, consultaban con expertos en el mercado inmobili

sin nada de gracia

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Hoy he estado viendo cositas de Becker (Gary). En concreto su "De Gustibus Non Est Disputandum" [GD], escrito a cuatro manos junto a George Stigler. Además he repasado mis notas sobre su "A Theory of Rational Adiction" [TRA] e "Irrational Behavior and Economic theory" [IBET]. En IBET, el más antiguo de ellos (1966), se formula una defensa de los argumentos de su principal mentor, Milton Friedman. Se define aquello que es racional en economía. El mercado constituiría un mecanismo tal que produciría racionalidad (económica); sería, por lo tanto, la institución económica por excelencia. Ese artículo representa la clase de los argumentos que se defendían desde la Escuela de Chicago sobre por qué a la Economía debían importarle un pimiento la introducción de mayor realismo en los presupuestos con los que se maneja. Esto incluye cualquier consideración psicológica o cognitiva. Si el mecanismo de mercado es capaz de producir racionalidad entonces ¿por qué p

sobre tentaciones y frustraciones

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en Economía está de moda lo torcido, difícil de enmendar, lo contumaz errado. Atribuyen a Séneca la máxima: " Errare humanum est, sed in errare perseverare diabolicum ". Y es que equivocarse se equivoca cualquiera pero la contumacia nos resulta especialmente problemática. En Economía durante mucho tiempo se ha evitado la consideración de este tipo de fenómenos. Se asumía que toda conducta económica era racional, pero racional en un sentido económico. Esa racionalidad económica consiste en la coherencia entre actos y deseos (o preferencias). Esto es, si prefiero una frigolosina de limón a una de fresa entonces compraré la de fresa. Además, si dispongo de una renta de 100€ a la semana, de la cual dedico 10€ a fragolosinas, si esa renta disminuye como consecuencia no incrementaré mi consumo de frigolosinas. Estas condiciones así puestas, que suenan tan razonables y lógicas, no se cumplen siempre. De hecho, hay numerosas excepciones al concepto de racionalidad en Economí

filetes o dietas

Los economistas somos los cocineros sociales: hacemos picadillos, especiamos, aliñamos, cocemos, freímos, salteamos, planchamos, batimos, amasamos, cortamos, loncheteamos, asamos, condimentamos, reogamos... aquello que otros comen. Los paralelos van más allá: últimamente estamos de moda, como los cocineros. Entramos en las cocinas ajenas y sometemos a examen, indicamos qué sabores y qué texturas son las adecuadas. Donde ellos tienen un fogón nosotros una pizarra, donde una tabla de picar unas tablas con gráficos. Si Podemos ficha a Vicent, Ciudadanos a Garicano, Espe a Lacalle. Aquí los cocineros llevan mucha ventaja: Arguiñano, Chicote, Paco Feixó, Jamie Oliver y el incomparable Vegan Black Metal . ¿sería acaso posible un elenco de economistas comparable? (La pregunta es retórica), por supuesto. Después de la introducción vayamos al cuerpo de esta entrada: la disciplina presupuestaria (ponerse a dieta). 1. Daniel Lacalle señalaba recientemente en entrevista concedida a El Confid